Para poder hablar con fundamento me he basado en el artículo de una revista de enfermería global perteneciente a la Universidad de Murcia.
Almansa, P. (2003). La terapia musical como intervención enfermera. Enfermería global. Vol. 2 (nº 2), pp. 1-8.
La Musicoterapia es una disciplina relativamente joven enmarcada en las Ciencias de la Conducta.
En 1942 se crea el primer Instituto de Musicoterapia en Estocolmo (Suecia) y en
1954 Thayer Gaston es nombrado director en Musicoterapia de la Universidad de
Kansas. Los principios musicales en los que se basa la musicoterapia son
- El establecimiento o recuperación de las relaciones interpersonales.
-El logro de la autoestima a través de la autorrealización personal.
-La utilización del ritmo para proporcionar energía y organizar. La vivencia del ritmo con
canciones, ejercicios corporales o instrumentos, puede mejorar los problemas
de psicomotricidad (Psicología del movimiento) o de personalidad.
Incluso antes de nacer algunas madres optaron por ponernos música para relajarnos o poder desarrollar con gran eficacia algunas de nuestras cualidades. Posteriormente, la voz de nuestra madre ha sido para nosotros la melodía más relajante que nuestros oídos podían escuchar, además, en todas las culturas se utilizan las nanas para tranquilizar y dormir a los bebés. Es decir, desde que vinimos al mundo hemos estado rodeados de música, de sonidos, de voces... Pero no todos respondemos de la misma manera ante los mismos estímulos musicales, esto se debe a que cada uno de nosotros ha vivido cosas diferentes y tiene gustos propios íntimamente ligados a la cultura en la que se viva, su familia, amigos, acontecimientos, etc. Bien, estamos hablando del ISO, uno de los principios en los que se fundamenta la musicoterapia.
"El ISO es un término que designa el sonido o conjunto de sonidos o fenómenos sonoros internos que nos caracteriza y nos individualiza. El ISO resume nuestros arquetipos sonoros, nuestras vivencias sonoras intrauterinas, de nacimiento e infantiles, hasta nuestros días. Reúne, por tanto, la
percepción pasada y presente".
Esto nos demuestra que el dicho de que la música es universal y no entiende de culturas ni de épocas no es del todo cierto. Los únicos ISO que podemos considerar universales son los latidos del corazón, los sonidos de inspiración y espiración, o la voz de nuestra madre en los primeros momentos de vida.
Siempre se ha pensado que la música clásica producía mejores resultados en las personas enferma al tratarse de "buena música", pero en 1940 Morey comprobó que este tipo de música no daba resultado si era escuchada por personas pertenecientes a una tribu de indígenas africanos. Estos calificaron las obras de Handel, Schubert y Wagner como inexpresivas e inútiles a la hora de significarles algo.
Este "experimento" demostró que la música para poder provocar una respuesta emocional debe de tener un significado especial para quien la oye.
Todo lo citado anteriormente debe tenerse en cuenta a la hora de utilizar la música como terapia.
Por ejemplo, las observaciones clínicas de Altshuler permitieron afirmar que la utilización de música idéntica al estado de ánimo del paciente y a su tempo mental, era útil para facilitar la respuesta mental y emocional del paciente. Por lo tanto, es más eficaz estimular a un cliente deprimido utilizando música triste que música alegre. "El tiempo mental del paciente debe coincidir con el tiempo sonoro-musical
de la música escuchada para que exista un canal de comunicación entre ambos".
La acción beneficiosa que provoca la música engloba dos campos, el terapéutico y el preventivo.
A nivel personal la música puede utilizarse como un método eficaz de distracción, para aumentar la concentración mental o el bienestar, facilitar el trabajo intelectual, evitar la soledad, o como
fuente de placer.
En el ámbito terapéutico, la música se usa para aumentar o estimular el movimiento, reducir la actividad, aliviar o distraer el dolor y disminuir los niveles de ansiedad y estrés, entre infinidad de cosas más.
Para poder adjudicar la terapia adecuada para cada persona podemos hacer referencia al siguiente paralelismo que Edgar Willems crea entre la música y la vida humana.
La explicación está en la fisiología de la audición.
El nervio auditivo no transmite directamente el sonido desde el oído interno al cerebro. Los estímulos sonoros pasan antes por el bulbo raquídeo, desde donde se trasmiten al diencéfalo, y finalmente por la corteza cerebral.
En función de cómo estén definidos los elementos musicales, melódicos,
armónicos y rítmicos, su combinación y la prevalencia de unos u otros, así serán las
reacciones que provoque a nivel fisiológico y emocional. Sin embargo, la misma
audición musical no produce la misma reacción en personas con características
parecidas debido al gusto musical, el estado anímico, el ritmo biológico,
las preferencias y las expectativas de cada persona.
Hay distintas técnicas de terapia en relación de si predomina uno u otro componente:
Ritmoterapia: La audición sensorial se percibe a nivel bulbar, donde residen las
reacciones físicas.
Meloterapia: Audición cuyo mensaje es afectivo,localizada en el lugar de las emociones, en el diencéfalo.
Armonoterapia: La audición armónica es más intelectual. Implica la participación de la corteza, requiere una mayor actividad psíquica y mental.
"La música nos permite comunicar las emociones más íntimas sin tener que hablar de ellas o definirlas con palabras".
Como conclusión, decir que cada vez me asombra más el arte y las capacidades que este tiene para hacernos sentir. Creo que nos queda mucho que aprender acerca de la Musicoterapia y que los centros especiales deberían empezar o aumentar la familiarización con esta ciencia tan eficaz y mágica a la vez.
Finalmente, me gustaría recomendar el siguiente libro en el que se trata de una forma muy amena e interesante el tema de la Musicoterapia:
Bruscia, Kenneth. 1997. Defendiendo Musicoterapia. Salamanca: Amarú Ediciones
Finalmente, me gustaría recomendar el siguiente libro en el que se trata de una forma muy amena e interesante el tema de la Musicoterapia:
Bruscia, Kenneth. 1997. Defendiendo Musicoterapia. Salamanca: Amarú Ediciones
"En la tierra nada se presta tanto para alegrar al melancólico, para entristecer al alegre, para infundir coraje a los que desesperan, para enorgullecer al humilde y debilitar la envidia y el odio, como la Música", Martín Lutero.